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Centro Histórico de la Ciudad de México


Sus calles, plazas y edificios sintetizan los casi 700 años de la difícil historia de una gran ciudad y una nación entera. Escenario de encuentros y desencuentros, de victorias y derrotas, de las crisis y los momentos vitales de la sociedad mexicana, pareciera que en pleno siglo XXI el hecho de ser el “lugar del ombligo de la luna”, que eso quiere decir México en náhuatl, y de dar nombre a todo el territorio nacional, lleven a que esta antigua ciudad haga valer sus años y se eche encima la tarea de salir a decir que las cosas tienen solución y que de las encrucijadas más complejas siempre se sale poniendo por delante las ideas, el tesón, la solidaridad y la memoria.

La historia de nuestro Centro Histórico ha sido la historia de sus reinvenciones. La ciudad azteca nació sobre un lago. La ciudad novohispana se construyó con las piedras de la destruida y derrotada Tenochtitlán. De la mano de pensadores como Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y Góngora, la ciudad barroca conjugó la identidad diversa y confrontada que subyacía en la primer sociedad novohispana. La ciudad ilustrada y neoclásica imaginada por Manuel Tolsá y el Segundo Conde de Revillagigedo se traduciría en los primeros alumbrados públicos, en nuevos paseos y drenajes, en mejores trazos y nuevas ideas urbanas. Estas calles y estas plazas fueron también el escenario en el que se comenzó a inventar un país. El siglo XIX hizo de la ciudad, a un tiempo, el lugar donde se forjó el concepto de soberanía y el objeto de nuestra vida independiente, de las ideas de libertad e igualdad y de las batallas por el poder en el marco de una contradictoria realidad social, signo de un intenso cambio histórico. Más adelante, la Reforma liberal y el Porfiriato, la Revolución y la posrevolución, al reinventar al país, también reinventaron la urbe. La vieja y cosmopolita ciudad de los palacios es por ello y desde entonces el espejo más importante de la diversidad cultural, de los sueños y los ideales de un país y un continente.

Hoy, de los murales de Orozco, Rivera y Siqueiros a la Catedral Metropolitana; de la ruinas del Templo Mayor a la Torre Latinoamericana; de la Merced a la Alameda; del Palacio de Bellas Artes y el Zócalo a las viejas vecindades y las tradiciones vivas, la huella arquitectónica, económica, cultural y social de todos los capítulos de la vida nacional está presente en lo que el historiador Serge Gruzinski describió como una monumental y excepcional ciudad compuesta de muchas ciudades superpuestas: el Centro Histórico de la Ciudad de México, Patrimonio de la Humanidad por su valor universal excepcional.

A mediados del siglo XX este lugar era la mayor parte y el centro de una gran y moderna metrópoli, capital de la República Mexicana. También comenzaban a surgir los primeros rasgos del futuro hipercrecimiento de la ciudad y la industrialización se fue llevando la actividad económica a la periferia. Poco después, la Universidad Nacional se mudó a la nueva Ciudad Universitaria y dejaría al Centro sin una de las razones más importantes de su vitalidad: la de miles de jóvenes y maestros habitando en él, estudiando, debatiendo al país y llenando sus jardines, sus cines, sus cantinas y sus cafés. Antes, en los años 40, la decisión de congelar las rentas de la vivienda, más que asegurar la vivienda popular, abonaría en el deterioro futuros de miles de propiedades. Todo lo anterior sería el principio de un sostenido proceso de despoblamiento y de pérdida de habitabilidad cuya consecuencias serían después el vacío, el deterioro y el abandono.

El descubrimiento de las ruinas del Templo Mayor en 1978 puso de nuevo la mirada nacional en el Centro. Esto llevó a que el 9 de abril de 1980 se emitiera un decreto presidencial que declaró la creación de la Zona de Monumentos Históricos denominada “Centro Histórico de la Ciudad de México”. Entre los considerandos para ello se señaló que la capital mexicana se asentó sobre los restos de la antigua México-Tenochtitlan, expresión urbana notable de la tradición cultural mesoamericana; la existencia de la traza urbana original del siglo XVI que conjugó la concepción española y la heredada por los aztecas; así como el haber sido sede del poder virreinal y de la vida política y social novohispana, para después ser asentamiento de los poderes federales de la república desde 1824 y escenario los acontecimientos más importantes del México independiente. En aquella exposición de motivos también se afirmó que dentro de los planes de desarrollo de la Ciudad de México era indispensable la protección, conservación y restauración de las expresiones urbanas y arquitectónicas que constituyen el más extraordinario patrimonio cultural del país, al tiempo de enfatizar la necesidad de atender convenientemente a la preservación del legado histórico de la zona sin alterar o lesionar su armonía urbana.

De acuerdo a los lineamientos establecidos en la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, en aquel decreto se delimitó un polígono de 9.1 kilómetros cuadrados constituido por 668 manzanas y se enlistaron 1436 edificios como monumentos históricos (construidos entre los siglos XVI y XIX) para ser protegidos por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Dentro de la zona se estableció la creación de dos perímetros: el “A”, con 3.2 kilómetros cuadrados y en el que se encuentra la mayor concentración de monumentos, y el “B” con 5.9 kilómetros cuadrados, que funcionaría como zona de amortiguamiento del primero. Entonces se crearon también los primeros controles y criterios para la conservación del Centro y se echaron a andar algunas acciones de rescate. Hay que agregar que el trabajo de catalogación del patrimonio arquitectónico del siglo XX que actualmente lleva a cabo el Instituto Nacional de Bellas Artes podría incluir alrededor de 400 edificios más considerados como monumentos artísticos, lo que convierte al Centro Histórico en la Zona de Monumentos Históricos y Artísticos más grande del país y de América.

La salida de la Central de Abastos del barrio de La Merced en 1983 generaría el principio de un perjudicial proceso de desintegración urbana en el oriente del polígono. Los sismos de 1985 devastaron cientos de edificios y destruyeron 45 mil viviendas en la zona central del Valle de México. El Centro Histórico sufrió el más duro golpe ocurrido hasta la fecha y su viabilidad como espacio urbano habitable se puso seriamente en duda; sin embargo, la tragedia dio paso a la confirmación de que este era el corazón de una ciudad con la fuerza social suficiente y el sentido solidario necesarios para levantarse. En 1987 el Centro Histórico sería declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y una primer gran lectura de su valor universal excepcional buscaría sentar las bases para su futura conservación.

El Centro nunca ha dejado de ser el espacio simbólico de la construcción de México. Más aún, desde 1968 y hasta nuestros días, se convirtió en el espacio vital de una ciudad que, como hace poco dijo Friedrich Katz, pasó de ser el objeto de las batallas históricas para convertirse en un dinámico sujeto transformador de la realidad nacional. Las libertades, los derechos, las manifestaciones culturales contemporáneas y el complejo cambio democrático del país no pueden explicarse sin la historia centenaria y reciente de estas calles, estas plazas públicas y estos recintos. Esta es una de las claves del Centro del presente y su futuro posible: el que nunca ha dejado de ser un espacio de encuentro.

En 1990 la creciente preocupación sobre el rescate del Centro Histórico llevó a la creación del Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México (FCHCM), que en un principio fue un organismo privado encargado de reunir fondos y desarrollar algunas intervenciones puntuales de conservación. En 1997, se eligió por primera vez en las urnas al Gobierno del Distrito Federal. Con la democratización, la recuperación del Centro Histórico tomó fuerza en la agenda política y social de la ciudad; sin embargo, como fruto de una prolongada crisis económica de casi 15 años y del cambio de la estructura política de la ciudad, una vieja tradición, incluso con raíces prehispánicas, el comercio ambulante, había desbordado para entonces las calles de más de la mitad de la Zona de Monumentos Históricos.

Decenas de miles de personas desempleadas vieron en el comercio en la vía pública su única alternativa de subsistencia. Miles de puestos ocuparon de acera a acera cientos de calles. El Centro Histórico perdió su espacio público y, sobre todo en la zona oriente del perímetro A –el corazón de la vieja ciudad-, el paisaje histórico simplemente quedó oculto y varias generaciones de mexicanos dejaron de conocerlo. Tras de sí, el crecimiento sin control del comercio popular callejero provocó que el deterioro y la degradación social se volvieran imparables y otros problemas se tornaron indetectables e inatendibles. Calles enteras se convirtieron en las calles de una ciudad fantasma y la inseguridad se apropió de ellas.

Entre 1997 y 2000, sin embargo, el Fideicomiso Centro Histórico, la UNAM y el IPN realizaron un importantísimo trabajo de diagnóstico. Para la llegada de la administración 2000- 2006, se concluyó que si confluían los esfuerzos de la ciudad, el gobierno federal y la iniciativa privada era factible iniciar la implementación de acciones concretas de mayor envergadura. En 2001 el FCHCM se convirtió en un organismo público, se creó un consejo de ciudadanos vinculados al Centro encabezado por el cronista de la ciudad Guillermo Tovar de Teresa, el periodista Jacobo Zabludovsky y el empresario Carlos Slim. Este último, auspició a su vez la creación de la Fundación del Centro Histórico, enfocada a la participación de la iniciativa privada en el esfuerzo. En 2002, a partir de un pacto inédito y con una fuerte inversión presupuestal del GDF se crearon modelos de intervención, se inició la renovación de la infraestructura urbana, se habilitaron las primeras nuevas viviendas y, sobre todo, se convenció a la sociedad de que el rescate del Centro Histórico era posible.

En 2006 inició la actual administración del Distrito Federal y se advirtió que para continuar cabalmente el esfuerzo debía apostarse por una la lectura completa de los problemas del Centro y por la construcción de una visión integral. El análisis profundo de los retos, la acumulación de conocimiento sobre las posibles soluciones para las problemáticas de la Zona de Monumentos y la convicción de ver al Centro como una ciudad viva y no como una “ciudad museo”, llevaron a la determinación de crear un nuevo órgano de gestión que llevara a cabo tareas de coordinación y gobierno: la Autoridad del Centro Histórico. Esta instancia ha tenido desde entonces la tarea de articular el esfuerzo de las múltiples dependencias gubernamentales locales y federales involucradas en la gestión del Centro Histórico. La Autoridad del Centro Histórico es, a su vez, un puente entre los habitantes, comerciantes e instituciones públicas y privadas involucrados en las tareas cotidianas de la ciudad histórica.

El primer obstáculo a resolver era el de la ocupación casi total de una buena parte del polígono por el comercio ambulante. Un complejo proceso de negociación posibilitó que el 12 de octubre de 2007 26,000 vendedores ambulantes liberaran el espacio público de 200 manzanas del perímetro A de la Zona de Monumentos para ser reubicados en 48 predios que fueron comprados o expropiados por el Gobierno del Distrito Federal con el objeto de ser convertidos en plazas comerciales. Desde entonces un decreto del Jefe de Gobierno prohíbe la venta en vía pública en el primer cuadro y todos los días se trabaja para la consolidación de este proceso a través de la Comisión de Reordenamiento y Regulación del Comercio en la Vía Pública del Centro Histórico del Distrito Federal, organismo de coordinación con atribuciones plenas en la materia.

Ello posibilitó por primera vez una visión completa del Centro y sus retos, así como el inicio de un diagnóstico integral. También evidenció que la construcción de esa mirada holística tendría que incluir a múltiples actores y que debía plasmarse en planes conjuntos, en un intenso diálogo y en la construcción de acuerdos en materia de gobernabilidad, conservación del patrimonio histórico, desarrollo económico y habitabilidad para la conformación de una nueva política pública para la regeneración de la antigua ciudad. Así, hoy es posible conocer a fondo las características y las dinámicas sociales, económicas, culturales, turísticas y políticas del Centro Histórico del siglo XXI, así como compararlo con el desarrollo de otros Centros Históricos del mundo. También se ha consolidado el ejercicio constante, coordinado y cotidiano de la acción del Gobierno del Distrito Federal en todos los terrenos.

La Autoridad del Centro Histórico ha sistematizado y puesto al día el conocimiento acumulado en las últimas décadas y por ello es factible saber que, donde hasta los años 50 del siglo XX habitaron más de 400,000 personas, hoy sólo habitan 150,000. De estos habitantes, 120,000 residen en el perímetro B y apenas 30,000 en el perímetro A (polígono en el que llegaron a habitar más de 250,000 personas en las primeras décadas del siglo pasado). En contraste, se calcula que tras las salida del comercio ambulante el número de usuarios diarios del Centro ha aumentado considerablemente hasta llegar a 2 millones de personas al día. Esto convierte al Centro Histórico de la Ciudad de México en el lugar más concurrido de la República Mexicana.

El Centro Histórico es, como nunca, un espacio urbano vivo; sin embargo, su despoblamiento es uno de los problemas más graves a resolver. Los efectos nocivos que la situación de vacío de numerosos inmuebles genera sobre los esfuerzos que se llevan a cabo son múltiples: deterioro físico de las construcciones, ruptura de los nexos comunitarios, especulación inmobiliaria y desaprovechamiento de un enorme potencial urbano, por mencionar algunos de ellos. Existen 9,000 edificaciones y se calcula que un 70% del espacio construido en esos predios se encuentra desocupado o se utiliza como bodega. La inmensa mayoría de ese espacio vacío (tal vez un 90%) es de propiedad privada.

El abandono y mal uso de los edificios del Centro Histórico debe ser combatido urgentemente y con eficacia. Si bien diversas disposiciones federales y locales establecen de manera general la obligación de los propietarios de conservar en buen estado y dar un buen uso a sus inmuebles (sobre todo en el caso de los que son considerados monumentos), la aplicación de dichas normas ha sido prácticamente nula debido a múltiples defectos y errores conceptuales y de aplicación.

Actualmente el Fideicomiso y la Autoridad Centro Histórico, con el apoyo del INAH y el INBA, trabajan en diversos programas para revertir el mal uso de las construcciones y estimulan a través de innovadores mecanismos de asociación su reciclamiento, restauración y conservación para la creación de una oferta amplia de vivienda dirigida a diversos sectores sociales. Esto deberá acompañarse de estrategias que procuren la oferta de servicios asociados al uso habitacional.

La inseguridad producida por el colapso de la vida urbana en el Centro Histórico que tuvo lugar hasta hace unos años, ha comenzado a abatirse claramente en las zonas en las que avanza la recuperación de las condiciones de habitabilidad y la calidad de vida de sus habitantes. Los nexos comunitarios y el tejido social han iniciado su regeneración paulatina, aún en el contexto de marginación y pobreza que caracteriza a barrios históricos como Peralvillo, Tepito, Mixcalco o la Colonia Guerrero.

En la actual administración se ha hecho un esfuerzo sin precedente para la recuperación del espacio público y para hacer habitable el Centro Histórico. A los cientos de calles recuperadas para el tránsito y disfrute de los ciudadanos tras el reordenamiento del comercio en la vía pública, hay que sumar la creación de una moderna y nueva red subterránea de infraestructura urbana, la peatonalización de calles, la restauración de fachadas que conforman un paisaje histórico antes oculto, el remozamiento de decenas de plazas y jardines, la rehabilitación de calles, la ampliación de banquetas, la colocación de nuevos pavimentos y la renovación de luminarias.

Los más importantes criterios globales que definen a una ciudad moderna que funda sus principios en el bienestar de la gente, se aplican hoy en el Centro Histórico. Se trabaja para garantizar la movilidad y la accesibilidad plenas, se promueve el uso de la bicicleta y se diseñan nuevos sistemas de transporte público como los ciclotaxis. El acceso libre y gratuito a Internet, el control del ruido a través de mediciones digitales, de los gases peligrosos a través de sistemas biodigestores conectados al drenaje o la generación de nuevos espacios verdes como los jardines verticales, son ejemplos de medidas innovadoras en las que se utilizan las tecnologías más actuales. Esto hace del Centro Histórico un espacio de innovación permanente, replicable después en el resto de la ciudad.

Estas acciones han conformado un conjunto de programas y políticas que se han consolidado a través de decretos de gobierno y nuevas regulaciones. Especial énfasis se ha puesto en lo referente a las políticas de protección civil. Se ha avanzado en el combate a las problemáticas de las distintas redes subterráneas existentes en el Centro a través de la reactivación del Comité de Usuarios del Subsuelo y de la modernización de la red de distribución eléctrica. Se difunde permanentemente información preventiva entre la ciudadanía; las escuelas del Centro Histórico han sido las primeras en contar con un sistema específico de alerta sísmica y, si bien es necesario profundizar en el diagnóstico y diversas acciones urgentes de consolidación estructural, se monitorean constantemente aquellas construcciones que presentan riesgos de colapso.

La inaccesibilidad y la desconfianza generadas por la crisis en la que se sumió el Centro en los últimos años del siglo XX, produjeron que la inmensa mayoría de los habitantes del Valle de México dejaran de reconocer en el Centro Histórico el valor patrimonial del entorno. Esta desapropiación de la identidad cultural, ha comenzado a revertirse para dar lugar a un proceso de reencuentro que hoy alienta las tareas de conservación. La Autoridad y el Fideicomiso han emprendido intensas campañas de difusión en medios, publicaciones y ediciones sobre la historia de la Ciudad de los Palacios, sobre su enorme oferta comercial, turística y cultural, además de fomentar un amplio debate académico sobre el pasado, el presente y el futuro del Centro.

La conservación física del valor patrimonial de la antigua Ciudad de México es un reto mayúsculo en el contexto de la falta prolongada de mantenimiento que afecta a cientos de construcciones. Más lo es, cuando la ciudad de hoy está asentada sobre un antiguo lago desecado. El hundimiento constante de la zona central del Valle de México afecta especialmente a las edificaciones del Centro. En algunos casos, de no darse un seguimiento puntual y las intervenciones estructurales necesarias, el riesgo de derrumbes y colapsos podría ir en aumento.

Si bien la Autoridad del Centro Histórico, el Fideicomiso y la Secretaría de Protección Civil han elaborado un mapa de riesgos y el GDF realiza inversiones importantes en diversos monumentos de especial valor, la solución de fondo a este problema pasa por el establecimiento de nuevos mecanismos que obliguen y faciliten el que los propietarios de las construcciones realicen de manera expedita las obras y adecuaciones necesarias. Es impostergable la creación de protocolos que propicien el aprovechamiento de los edificios históricos y modernos. Actualmente se trabaja con el INAH, el INBA y la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda del GDF en la definición de esquemas que suplan antiguos procedimientos burocráticos que a lo largo del tiempo sólo obstaculizaron la inversión en obras físicas, propiciando la destrucción, la ilegalidad y la persistencia del abandono. En este camino, se construyen nuevos criterios que buscan armonizar la preservación de los valores arquitectónicos patrimoniales con el nuevo uso –pleno, seguro y funcional- de las edificaciones y las aportaciones de la arquitectura contemporánea de calidad. También es importante señalar que el INAH, con el apoyo del GDF, trabaja desde 2009 en la actualización del catálogo de la Zona de Monumentos Históricos, a fin de poner al día la delimitación de las volumetrías que conforman el valor patrimonial a preservar y rescatar. En tanto, la ACH y el Fideicomiso desarrollan nuevos sistemas digitales de información que sincronicen y transparenten las múltiples bases de datos existentes para una gestión moderna y eficaz del Centro.

En concordancia con el espíritu de la ciudad democrática y con los lineamientos más recientes de UNESCO en torno al Patrimonio Mundial, la transformación del Centro Histórico se ha convertido en un proceso en el que es imprescindible la regeneración del tejido social y el sentido de comunidad. La sostenibilidad de la reinvención urbana que vive el Centro, se cifra en la participación ciudadana para la creación de múltiples pactos –barrio por barrio- para la conservación del patrimonio, el mantenimiento del espacio público, el establecimiento de prioridades de gobierno y la identificación de valores culturales a preservar y fortalecer. El reencuentro con la memoria y con valores olvidados, la definición de nuevas convicciones comunitarias y la revitalización de múltiples tradiciones que han trascendido los siglos, conforman hoy un patrimonio cultural intangible único y vigoroso con el que debe comprometerse la gestión gubernamental.

Al ser sede de una las más importantes infraestructuras culturales del mundo, salvaguarda de las manifestaciones más importantes del arte y la cultura de México y albergue de múltiples migraciones indígenas o extranjeras como la judía, la libanesa, la china y el exilio republicano español, el Centro Histórico encuentra uno de los ejes estratégicos del actual proceso de reinvención en su revitalización cultural. La ACH trabaja en la consolidación de una red de museos y centros culturales para la formación de nuevos y más amplios públicos, la elaboración de mejores prácticas y la creación de nuevos mecanismos de difusión que atraigan a grandes sectores sociales. También se ha emprendido un esfuerzo importante para la rehabilitación de decenas de foros culturales que permanecían en desuso o eran subutilizados por su deterioro e inaccesibilidad; así mismo, el Fideicomiso Centro Histórico ha tejido una red de artistas, colectivos independientes e instituciones, a través de la cual, se ha logrado mantener una oferta cultural diversa y de calidad en el espacio público recuperado. Una decena de nuevos centros culturales comunitarios de distinto signo abrieron sus puertas en el último año en el Centro y sus calles comienzan a llenarse otra vez de jóvenes.

En el Centro Histórico se conserva físicamente una buena parte de lo que fue su antigua naturaleza universitaria, al tiempo que funcionan más de 40 escuelas de educación básica. La UNAM, la UAM, el IPN y la UACM tienen hoy centros de extensión y sedes importantes en los perímetros A y B. La Universidad del Claustro de Sor Juana alberga un dinámico campus y otras instituciones planean crear nuevos espacios en el Centro; sin embargo, el potencial educativo que entrañan los edificios históricos para la actividad docente es mucho mayor y esto debe aprovecharse. Con la Universidad Nacional se ha emprendido el esfuerzo para que el viejo barrio universitario sea pronto el escenario de la vuelta al Centro de miles de alumnos y maestros. El GDF apuesta porque esta reactivación de la comunidad del conocimiento alimente con nuevas ideas la construcción de soluciones para la ciudad histórica y abone en su repoblamiento. De manera relevante, el trabajo que se realiza en el Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, localizado en el edificio fundacional de la UNAM en la calle Moneda, ha confirmado que esto es posible.

El Centro Histórico es uno de los polos de actividad comercial más importantes del país. Esta vocación persiste desde tiempos prehispánicos y se renueva permanentemente. Múltiples giros comerciales tradicionales y modernos están presentes en sus calles, organizados en zonas de especialización en determinadas ramas. La reubicación de los vendedores ambulantes y la creación de nuevas plazas de comercio popular ha reimpulsado la actividad económica. Aunque el reto es complejo, el antiguo comercio establecido se ha revitalizado y miles de comerciantes que antes ocupaban la vía pública hoy pagan impuestos y consolidan nuevos centros de trabajo. Las ventas al mayoreo de diversos productos generan miles de empleos y atraen cientos de miles de compradores todos los días. Teniendo claro que la vocación del Centro Histórico no puede ser sólo comercial, el GDF ha procurado apoyar esta creciente actividad económica incorporando las necesidades y opiniones del comercio a la toma de decisiones. Las actividades mercantiles más añejas han sido respaldas para aumentar su calidad y asegurar su permanencia y competitividad en el futuro. Se calcula que en las zonas en las que se han concluido las acciones de rehabilitación urbana, recuperación del espacio público y restauración del paisaje histórico, la presencia de transeúntes y la actividad económica han aumentado hasta un 70%.

Existen más de 6,920 habitaciones en 87 hoteles de distintas categorías en el Centro. Se calcula en millones la cantidad de turistas que cada año lo visitan y se tiene conocimiento de que en 2010 la ocupación hotelera va en aumento. Esto convierte a la antigua capital en uno de los centros turísticos más importantes del país. También en este rubro el potencial es mayor y se estima que el Centro Histórico puede competir en calidad y atractivos con los principales polos turísticos del planeta. Para ello, la Autoridad del Centro Histórico, el Fideicomiso y la Secretaría de Turismo del DF actualmente desarrollan estrategias que permitan mejorar la promoción internacional, atraer nuevas inversiones y aumentar las opciones de turismo cultural. El capital turístico del Centro es vasto, por lo que debe procurarse un desarrollo sostenible que se integre armónicamente con la regeneración urbana y social del patrimonio histórico.

A partir de 2001 el principal soporte financiero del rescate del Centro Histórico ha sido el Gobierno del Distrito Federal. Se calcula que el presupuesto público de la ciudad destinado en los últimos diez años a las obras públicas necesarias, la recuperación del espacio público y la conservación del patrimonio arquitectónico asciende a más 5,000 millones de pesos. Esto ha generado una importante plusvalía y una considerable inversión privada subsecuente; sin embargo, debe trabajarse en que dichas plusvalía e inversión acompañen en mejor medida al esfuerzo que la ciudad hace. El presupuesto federal destinado al Centro Histórico ha sido escaso o casi nulo. En 2009 esta inequidad comenzó a revertirse al plantear el Jefe de Gobierno ante la Cámara de Diputados la necesidad de que la Federación –propietaria de casi 200 inmuebles- coadyuvara en la recuperación del Centro Histórico.

Al final de 2010 se estima que un importante avance será el aumento de la recaudación fiscal que el GDF realiza en el Centro como fruto de su reactivación inmobiliaria, económica y social, lo cual ayudará a financiar las múltiples tareas pendientes. Sin embargo, por ser el Centro de la ciudad la sede de los tres poderes federales y del principal patrimonio cultural de la nación, es fundamental que la responsabilidad compartida en una tarea que debe ser de todos los mexicanos se establezca en mecanismos legales que aseguren presupuestos anuales permanentes.

A partir de julio de 2008, el Gobierno del Distrito Federal estableció un compromiso con la UNESCO para la construcción de un Plan Integral de Manejo del Centro Histórico que será presentado al Centro del Patrimonio Mundial en 2011 para su aprobación e inscripción oficial. Este Plan definirá las líneas estratégicas de mediano y largo plazo para la conservación y sostenibilidad del sitio, a fin de ser una carta de navegación en la que ciudadanos y gobierno establezcan compromisos comunes. El proceso es conducido por un Consejo Directivo integrado por la Autoridad del Centro Histórico, el Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México, la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda, la Oficina de UNESCO en México, el INAH, el INBA, la UNAM, la UAM, el IPN, la UACM, ICOMOS y el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México. De acuerdo a lo avanzado en la primera fase de su diseño, dicho Plan tiene los siguientes preceptos rectores:

· Identificar, entender y administrar aquellos factores que sean determinantes para el éxito y buen funcionamiento del proceso de regeneración del Centro Histórico de la Ciudad de México, aprovechando la sinergia de los diferentes actores sociales, económicos e institucionales.

· Asegurar la conservación integral del patrimonio arquitectónico y el valor universal excepcional del sitio, a partir de su vínculo transversal con la gestión urbana y la participación social.

· El reconocimiento del Centro Histórico de la Ciudad de México como un espacio democrático de diversidad cultural, identidad e innovación.

· La creación de espacios de participación ciudadana para la conservación del patrimonio y el orden urbano.

· Generar las condiciones para la habitabilidad del Centro Histórico de la Ciudad de México y la mejora en la calidad de vida de la población actualmente residente.

· La construcción de nuevos, mecanismos, acuerdos y responsabilidades entre las instituciones locales y federales, académicas, iniciativa privada y la diversidad de actores sociales cuyas decisiones inciden en el Centro Histórico.

· La innovación de los instrumentos de apoyo del sector público adecuados a las circunstancias sociales y económicas presentes.

· En concordancia con los criterios que actualmente discute el Centro del Patrimonio Mundial de UNESCO para los sitios urbanos, generar indicadores de gestión en todos los ámbitos relacionados con el desarrollo del Centro Histórico de la Ciudad de México en su calidad de espacio urbano vivo: conservación, habitabilidad, vivienda, legislación y normatividad, financiamiento e inversión, dinámica fiscal, combate al vacío y el abandono, participación ciudadana, economía, turismo, medio ambiente, movilidad y accesibilidad, transporte público y protección civil.

· La discusión sobre la pertinencia de los perímetros vigentes del Centro Histórico y la definición de nuevos polígonos de actuación de acuerdo a la dinámica urbana actual de la zona.

· El desarrollo de una política de comunicación, articulación y promoción para implicar a los actores con los valores patrimoniales.

El Plan de Manejo del Centro Histórico será un proceso participativo y se alimentará del diagnóstico dinámico de todos los problemas y de la gestión cotidiana de gobierno. La concurrencia de las más importantes instituciones gubernamentales y académicas en su elaboración será también la manera de incluir en él todo el conocimiento generado a través del tiempo en torno a los retos de la ciudad histórica. El Plan consolidará una política pública integral más allá de los periodos de gobierno y será también el eje rector de la aplicación de futuros lineamientos legales.

Durante los últimos tres años, ha tenido lugar un proceso de diálogo que ha permitido múltiples encuentros y reconocimientos entre actores institucionales y sociales. Se han definido grandes consensos sobre el presente y el futuro de la ciudad histórica. Hoy, se coincide en la necesidad de entender a al Centro como una ciudad viva y plural, y que la revitalización urbana del espacio histórico significa la oportunidad de aprender de la transformación social consciente y del ejercicio de la ciudadanía.

Todos los actores coinciden en que es imprescindible recuperar el espacio público para mejorar la habitabilidad de la vieja ciudad, y en la importancia de las acciones para que se vuelva a vivir en el Centro. También es un consenso el que la calidad de vida de la población que actualmente habita aquí, trabaja y visita el Centro Histórico de la Ciudad de México debe ser un eje prioritario. En este diálogo plural se ha concluido que para lograrlo es necesario contar con un nuevo modelo de gestión eficaz y transparente que fomente la conservación de los valores patrimoniales de la ciudad histórica con una visión de futuro que fortalezca la equidad y la calidad del desarrollo social, económico y urbano.

Un nuevo modelo de gobierno para el Centro Histórico es necesario para construir una mirada de largo plazo que integre estos consensos, defina espacios comunes de acción y coordinación entre instancias, y facilite la negociación de los cambios indispensables para darle sustentabilidad social y económica. La legislación, las normas, los conceptos, la planeación y los instrumentos institucionales actuales que inciden en la gestión de la antigua capital de México deben ser puestos al día para garantizar su correspondencia con el intenso proceso de cambio que tiene lugar.

La creación de la Autoridad del Centro Histórico ha sido un paso en ese sentido que, con el tiempo, ha demostrado su pertinencia al ser capaz de atender y resolver problemas diferentes a los del resto de la ciudad.

 

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