Altieri y Nicholls (2003) argumentan con ejemplos, las ventajas del modelo alternativo de agricultura sustentable basada en principios agroecológicos. Ellos sostienen que los modelos convencionales de modernización de la agricultura basados en monocultivos dependientes de un alto nivel de insumos agroquímicos, han mostrado ser no viables desde el punto de vista social y ecológico. ALC consume el 9.3% de los pesticidas utilizados en el mundo, muchos de ellos prohibidos en el país de origen por razones ambientales o de salud humana. La modernización agrícola no ha ayudado a solucionar el problema generalizado de la pobreza rural, ni ha mejorado la distribución de la tierra agrícola. Las opciones que se han ofrecido para modernizar la agricultura han sido buenas en el corto plazo para los agricultores de altos ingresos, pero no han sido adecuadas a las necesidades ni condiciones de los campesinos.
Un creciente número de agricultores, ONG y otros propulsores de la agricultura
sustentable proponen que en lugar de este enfoque intensivo en capital e insumos, los países de la región deberían propiciar un modelo agroecológico que dé énfasis a la biodiversidad, el reciclaje de los nutrientes, la sinergia entre cultivos, animales, suelos y otros componentes biológicos, así como a la regeneración y conservación de los recursos.
Los datos muestran que los sistemas agroecológicos exhiben niveles más estables de producción total por unidad de área que los sistemas de altos insumos; producen tasas de retorno económicamente favorables; proveen retornos a la mano de obra y otros insumos suficientes para una vida aceptable para los pequeños agricultores y sus familias; y aseguran la protección y conservación del suelo, al tiempo que mejoran la biodiversidad.
Estas experiencias han demostrado el hecho de que el recurso humano es la piedra angular de cualquier estrategia dirigida a incrementar las opciones para la población rural, especialmente para los agricultores de escasos recursos.
Cuba es el único país que está llevando a cabo
una conversión masiva hacia los sistemas
orgánicos, promovida por la caída de las
importaciones de fertilizantes, pesticidas y
petróleo. Los niveles de productividad de la isla se
han recuperado rápidamente gracias a la
promoción masiva de las técnicas agroecológicas
tanto en áreas urbanas como rurales.
En Argentina, Brasil y Chile la producción orgánica de hortalizas y frutas se ha expandido dramáticamente, al igual que la producción de café orgánico en México y América Central. La mayor parte de esta producción es para la exportación. El gran desafío es estimular mercados locales a precios justos, para que las poblaciones locales, y en especial las de bajos recursos, tengan acceso a alimentos más sanos, por ahora de acceso exclusivo a las clases económicamente favorecidas.
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