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¿Grandes inversiones de capital son sinónimo de problemas éticos?

Durante mucho tiempo, ética y empresa han sido conceptos que se han
movido en planos de la realidad distintos. La ética se ha vinculado
con lo que cada uno cree que está bien o mal. Otros la definían como
un modo de ser, de estar y de actuar ante la realidad circundante. O
incluso, como el arte de hacer las cosas bien desde todos los puntos
de vista posibles. La empresa, por el contrario, se ha concebido como
un ente objetivo, siendo una institución ligada al beneficio, y por
tanto, que requiere de criterios económicos y no morales.

Hoy en día la situación ha evolucionado. Congresos, conferencias o
medios de comunicación se ocupan de nuevo de unir las palabras ética y
empresa, en concreto al hablar de la ética empresarial.

Es a partir de este momento cuando se comienza a experimentar un
proceso profundo y acelerado de cambios, sin precedentes en la
historia de la humanidad. Este cambio es voraz, complejo, turbulento e
imprevisible, que llega de forma avasalladora y alcanza todos los
segmentos de la sociedad. Tales mutaciones imprimen un dinamismo
tecnológico y científico, y las consecuentes revisiones de valores, de
forma jamás vista que alcanzan en pleno nuestra vida cotidiana y el de
las organizaciones empresariales.

La concepción de las empresas ha cambiado mucho en los últimos años,
lo que ha llevado a considerar que tienen una seria responsabilidad
moral para con la sociedad, independientemente de las
responsabilidades individuales de sus miembros:

· El papel de las organizaciones como núcleo básico de las sociedades
poscapitalistas, que hace indispensable una ética de las
organizaciones para devolver la moral de la sociedad.

· La toma de conciencia de que la ética constituye una exigencia
impuesta por la propia viabilidad del sistema económico en su
conjunto. Si el comportamiento inmoral se convierte en norma acaba con
la confianza y la lealtad, provocando importantes disfunciones en el
mercado.

· La existencia de una conciencia de la solidaridad (el mal que se
hace siempre perjudica a alguien) y una conciencia de la alteridad,
que no lleva a no hacer a los demás lo que no deseamos para nosotros.

· El miedo a la mala imagen y a las sanciones legales, que pueden
derivar para la organización el descubrimiento de su falta de ética,
etc.

No puede por tanto concebirse la actividad de las organizaciones al
margen de la ética o regida por unas reglas del juego diferentes que
justifican actuaciones inaceptables desde la perspectiva de la moral
individual.

Los grandes rasgos que caracterizan a la economía global y
mundializada en la cual nos desenvolvemos hoy en día son los que se
nombran a continuación:

· La nueva situación económica se basa en el libre mercado de manera
indiscutible.

· El marco presente de la economía mundializada se centra en una
dimensión internacional y en la apertura de los mercados (de
productos, de factores y capitales), frente a posturas
proteccionistas.

· La globalización trae consigo un incremento de competitividad entre
las empresas para conseguir adaptarse a las nuevas situaciones. Esta
adaptación consiste en reducir todo tipo de costes, apostar por la
innovación tecnológica, flexibilizar los contratos de los
trabajadores, etc. Un claro ejemplo de este aumento de la
competitividad aparece en la creciente ola de fusiones, adquisiciones
y alianzas estratégicas y, en caso contrario, en el esfuerzo en crecer
diversificando o invirtiendo en abrir nuevos mercados.

· La velocidad a la que se dan los cambios tecnológicos y
organizativos no tiene comparación a la de etapas pasadas. La
microelectrónica, la biotecnología, los nuevos materiales, las nuevas
herramientas de gestión hacen que las empresas teman el quedar
anticuadas dado la rapidez a la que se producen los cambios.

· Las economías industriales según entran en la dinámica de una
competencia mundializada cobra mayor importancia el sector servicios.

· Son las grandes empresas y globalizadas las que más facilidades
tienen para integrarse en esta economía globalizada porque tales
compañías son organizaciones con una coordinación centralizada de
redes alrededor del mundo.

En definitiva, la economía globalizada se va a centrar en el mercado y
se fundamenta en el sector privado, alcanza todo el mundo, más
competitiva y conoce cambios más rápidos, y son las grandes empresas
multinacionales las principales protagonistas ya que cuentan mayores
posibilidades de operar en dicho escenario.

El fenómeno de la globalización presenta una dimensión moral tan
honda, que merecería ser tratado desde una Ética Económica amplia,
rigurosa y sólidamente fundamentada. Porque, mezclados con las nuevas
oportunidades que la globalización ofrece a las empresas y a los
países (afluencia de capitales, creación de riqueza y de empleos),
descubrimos también serios peligros (las debilidades, las amenazas
ocultas en el sistema). Estas amenazas se tornan visibles por sus
frutos (nueva división del trabajo, desigualdad creciente, al menos
por el momento, entre países pobres y ricos) y al hilo de algunos de
los impactos y consecuencias negativas que acompañan al proceso,
crisis y desajustes, tal vez inevitables, pero que se saldan con
elevados costes sociales a corto plazo, injusta y desigualmente
repartidos.

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