La dificultad de seguir un comportamiento empresarial ético se agrava
con el descubrimiento de algunas acciones directivas de la
competencia. Surge aquí el problema de que (al menos a corto plazo) en
ocasiones no se puede negar la rentabilidad de actitudes poco éticas.
La no inserción de un anuncio que no se adecúa a los principios
editoriales de la empresa informativa, o la omisión de imágenes o
relatos con capacidad de atraer audiencias numerosas pero que lesionan
la dignidad y la libertad interior del hombre constituyen formas de
impedir un aumento de ingresos, como consecuencia de una conducta
ética.
La mayoría de las empresas han desarrollado un código de ética con la
finalidad de combatir: La corrupción, el hostigamiento laboral, la
difamación, los anuncios engañosos, pero todos estos sacrificios se
vienen abajo cuando eligen cambiar lo económico por lo ético. Se puede
llegar a dar el caso de que futuros gobernantes y gobernados vean a la
corrupción, el hostigamiento laboral, difamación, anuncios engañosos
como parte de una práctica común y que forma parte de su cultura. Debe
de haber una buena relación entre la calidad ética de una empresa y el
gobierno. Tal como comenta el profesor William J. Baumol (en una
colaboración con Sue Anne Batey Blackman) Los mercados perfectos no
impiden que las empresas puedan engañar (mediante la adulteración o la
información engañosa), impulsándolas incluso a comportamientos poco
éticos, que provocan la decepción de los clientes y a los empleados.
Algunos agentes de mercado utilizan el monopolio para hacer subir o
bajar los precios de acuerdo a sus propios intereses, dejando algunas
veces poco margen para la legalidad. En el caso del petróleo, por
ejemplo, los grandes monopolios usan a sus gobernantes para generar
conflictos internacionales, algunas veces usando como excusa la lucha
contra el terrorismo, las dictaduras, la protección de la democracia,
etc.
Como resultado, el resto de países, frente al temor de una escasez de
petróleo solicitan petróleo a futuro, lo que aumenta el precio de ese
producto. Los efectos secundarios ocasionados por el debilitamiento
del sentido ético han originado un aumento del interés por la ética
empresarial. Resulta incoherente (y casi siempre ineficaz) el intento
de fomentar una dinámica de esfuerzo, iniciativa y tenacidad en el
trabajo cuando la empresa difunde mensajes periodísticos o
publicitarios que incitan a un consumo sin medida, y a la satisfacción
inmediata de los deseos individuales
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